A partir de mediados del siglo XX con el surgimiento de la Ecología como ciencia y la preocupación por la conservación del medio ambiente, se comienza a pensar la ética desde una nueva postura filosófica. Hasta ese momento la ética permanecía circunscrita al ámbito de las relaciones entre seres humanos y sus preceptos estaban basados en el buen actuar con respecto a los semejantes, no matar, no robar, no mentir.
Las condiciones de vulnerabilidad a las que hemos empujado nuestro entorno natural y una vez frente al peligro de escasez de recursos para la supervivencia de la humanidad, hemos comenzado a pensar en la posibilidad de que la naturaleza sea sujeto de derechos y meritoria de consideraciones éticas.
La ética ambiental replantea profundamente las relaciones entre seres humanos y entorno natural, considerando que las especies animales y vegetales, así como la tierra misma, tienen derechos que deben ser respetados en función de conservar las posibilidades de vida para quienes aún no han nacido.
La era de una naturaleza vista como una fuente inagotable de recursos y riqueza ha terminado, la era del ser humano parado a distancia frente a la naturaleza, ha terminado. Asistimos a una nueva dimensión de las relaciones entre seres pertenecientes a un mismo entorno, seres iguales en términos del derecho a la vida, seres entre los cuales no existe dominación, sino comunión y simbiosis.
Elías Marín Lara
Marzo 2011
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